miércoles, 23 de septiembre de 2009

Evasión (II)

No todo lo que sucede es nuevo, he de decir que hay elementos que se combinan con lo que hoy siento, y no es que quiera complicar las cosas, siempre he intentado simplificar. Incluso cuando el esfuerzo en hacerlo me ha llevado a ciertas complicaciones. Lo que se suma no es ni más ni menos que viejas inquietudes de llegar a sentirme bien con lo que hago, por hacer todo aquello que me permita desarrollar las ideas en las que creo.

¿Qué el mundo está así y no se puede cambiar? Puede ser, pero no puedo entregarme sin más al desaliento. No puedo, no debo. ¿Cuál es el momento apto y oportuno para cambiar de rumbo? A medida que voy creciendo todo me dice que todo momento, que todo tiempo lo es. A veces sentimos que estamos parados, que no hay proyectos, y esto suele ocurrir cuando insertos en la rutina vemos que nuestro caudal vital no se refleja en la vida convencional, en el día a día de una sociedad conflictiva y en vías de desintegración. Es como si intentáramos llenar un vaso con todas las aguas de los océanos.

Muchas veces en los amaneceres de los días encuadrados en rutinas, me pregunto sobre los deseos de tanta gente al levantarse. Veo el fastidio, la desazón, la indiferencia de muchos. De repente parecía que por algún lado conectaba con este u aquel y al tiempo su aliento parece lejano, ya no está. La evasión es un estado de ánimo, me dijo un amigo categóricamente. Cada uno desde su escalón evolutivo en el que esté sentado, arengue a los estratos inferiores, y me refiero a las masas nubosas, uniformes y bajas, de color gris y de poco espesor, constituidas por pequeñas gotas de agua, aunque en ocasiones también presentan diminutos cristales de hielo.

Pesada resulta la letra, cansada la lentitud que va envolviendo una idea ya vieja y reelaborada al momento de llegar a un atisbo de su esencia por medio de la escritura. No somos dioses. ¿Pero y si lo fuéramos? Qué gigantesca y ciclópea frustración. Ay, no me alcanzarían los días para hacer prodigios, pero al final sí me alcanzarían; aunque como Dios debo ser modesto y no ser muy consciente del poder, esto lo justificaré perfectamente con la inmortalidad. Claro que después miraría de reojo que tipo de mortalidad posee el dios de al lado. ¿Es de última generación? ¿La maneja bien o se le descontrola cada dos por tres? ¿También hay competencia de prodigios? –Que el mío es más espectacular que el tuyo- el otro replicándole: -Sé humilde que el mío es más sincero-. No, ciertamente no tenemos ni idea del fenómeno.

Ahora, ante la ausencia, el vacío, me debato como cualquiera. Voy y vengo con la ceguera habitual pero agravada por la ausencia. Grandes tribunales juzgan esto o aquello; peleas dialécticas por una justicia que hace tiempo dejamos de ejercer.

Ya es viernes, muchos se dirigen a la salvación. Vomitando toxinas de oficinas, estudios, consultorías, talleres o fábricas, no hay distinción para los claustros de nuestras virtudes, hipotecas del futuro. Otros, tal vez muchos, desandan el cordón de la vida y establecen un domingo de muerte y un lunes de resurrección mientras el sábado quedará allí, hecho un ovillo sin extremos. Los procesos naturales se suceden como todos los días, solo perturbados en su trayectoria por esta nube humana que se niega a comprender.

Y pasan semanas, ya es un miércoles de otro tiempo, de otro instante. Los claroscuros siguen sin definirse, ya que esta es la vida que creamos; una caña más y a discutir por donde coger lo inmediato siempre que no queme. Comer, comer con varios aditivos, conservantes, antioxidantes, muchas Es y sus correspondientes números como si los consumidores recibieran un reporte de los efectos de cada E, y siguiendo. Las víctimas de un mal incognoscible investigado por la industria farmacéutica siguen cayendo en el vórtice de las estadísticas mundiales, nadie predice nada y la cloaca digital de alta definición nos prodiga su periódico baño de estiércol de diseño trendy.

Pero no nos perdamos por delinear lo cotidiano, lo que reafirma nuestra búsqueda; seamos constantes con nuestros instintos más auténticos. Ya se respiran otros aires evolucionando vertiginosamente en los canales de la civilización occidental. Alguien descubrió ciudades subterráneas en la Antártida y desafortunadamente tienen los mismos problemas que en la superficie, también van camino de extinguirse y han comunicado que no les quedará más remedio que evadirse y esto les representa un gran problema, ya que al igual que nosotros los de la superficie, ellos tampoco conocen otro planeta habitable.

Lpl’09

1 comentario:

Fernando López dijo...

Enhorabuena Luis:

Muy, pero que muy brillante. Un abrazo amigo