domingo, 1 de agosto de 2010

Llaman

No se puede estar en todas partes. Tal vez en un estado diferente ese anhelo termine por ser realidad, y todos podamos compartir las experiencias de todos, ser finalmente unidad. Mientras, hay esto, esta ansiedad de saber que en todas partes pasan cosas, ansiedad tenuemente aplacada por los cotidianos triunfos de nuestros pequeñísimos mundos particulares. En muchos otros momentos malogrados por la densidad del sistema.

Política y economía del ser que no termina de entender que estamos al final de un camino que comenzó hace mucho tiempo, cuando no había fronteras y la premisa era solo sobrevivir, casi estamos volviendo a lo mismo, solo que más sofisticados: ahora podemos camuflar nuestros primitivos instintos de supervivencia a través de modernas tecnologías que hacen que el día a día sea más llevadero.

Aun así de todas partes me reclaman. Me reclaman los recuerdos, que a veces  parecieran no ser del todo míos. Me reclaman los lugares en los que alguna vez he vivido intensamente. Me reclaman las historias que de tanto repetirse quieren ser fábulas, leyendas, mitología, historias urbanas de mi propio ser. Me reclaman los caminos, los trayectos y sus paradas. En fin, todas las voces que alguna vez pronunciaron mi nombre, para bien o para mal; todos los contactos y todas las caricias, afectos y amores.

Tuve que viajar tanto tiempo y tan lejos para comprender algo que llevaba dentro; desde este punto, como el viajero que toma resuello a la vera del camino, me paro y sigo mirando a mi alrededor con la curiosidad del niño que aun soy, para descubrir una y otra vez la maravilla de la creación.

Tienes que ser más creativo, dicen por ahí, y la creatividad no es más que un momento inspirado por ese detenerse y mirar, mirar viendo y aprehendiendo ya no solo con la vista si no también con el corazón, despojado de todo deseo, en paz con el pasado, armonioso con el presente, sin inquietud por el futuro.

Hemos perdido la heroicidad de vivir, nos conformamos con victorias digitales y glorias de plató. No está mal que el ocio distraiga masas, pero es decepcionante que solo nos quede esto y que la humanidad le cuesta dar el paso de asumir el inmenso fracaso de la civilización, abocada al conformismo de que siempre puede ser peor, que vivimos en el mejor mundo posible. Que la democracia hoy dominada por los mercados, entes convenientemente invisibles pero con nombres y apellidos, es la única alternativa al caos es una falacia utilizada para dominar a esta masa que creyó que el Cayenne y la casa con piscina era para todos (sic), que la isla privada es un derecho, e innumerables materias fecales más... mientras los desechos no son vistos todo luce inmaculado para regocijo de las clases, pero ya casi no queda sitio donde esconderlos.

Disculpadme, me voy, que me llaman...

Lpl'10


Soon by Yes

Soon oh soon the light
Pass within and soothe the endless night
And wait here for you
Our reason to be here

Soon oh soon the time
All we move to gain will reach and calm
Our heart is open
Our reason to be here

Long ago, set into rhyme

Soon oh soon the light
Ours to shape for all time, ours the right
The sun will lead us
Our reason to be here
The sun will lead us
Our reason to be here...



domingo, 25 de abril de 2010

With a little help from my friends


Definida por la filosofía como un problema metafísico u ontológico, la realidad ha propiciado ríos de tinta intentando ponerle nombres y apellidos para que sea tan real como nosotros mismos. Otros en cambio, han hecho constar que solo en relación a la experiencia podemos adquirir una idea justa acerca de lo que es la realidad, es decir  pienso, luego existo, ergo vivo luego existo. Arrogarnos el derecho de pensar ya es en sí mismo una trampa del ego.

Kant nos dice que el postulado para el conocimiento de la realidad de las cosas, exige una percepción; por consiguiente una sensación acompañada de conciencia del objeto mismo cuya existencia ha de conocerse, pero es preciso también que ese objeto concuerde con alguna percepción real según las analogías de la experiencia, las que manifiestan todo enlace real en la experiencia posible.

Experiencia, lo que vivimos desde nuestro nacimiento con mayor o menor conciencia, es moldeado por un sinfín de factores ambientales y de tiempo lineal. Mi experiencia de vida en diferentes países me han forjado un carácter abierto, pero mis vivencias son de una Argentina de hace más de 20 años, las de Brasil de hace más de 30, hoy son otros países.  Vivo en España con el ambiguo privilegio de haber asistido a su década prodigiosa, no me cansé en estos años de predicar en el desierto acerca de todo lo que había y se estaba pasando por alto como sociedad, que no todo era bienestar económico, que tenía que ir acompañado de un cambio cultural, de como deseaba participar de alguna manera. España se fue a Europa y Europa no la devolvió, y ahora al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar ... Si algo aprendí en los viajes, es que nunca volvemos a ninguna parte, por eso siempre vuelvo a los destinos para redescubrirlos.

Y me he metido en estas honduras a raíz de este tiempo convulso que vive mi país adoptivo, que es tan mi país como mi querida Argentina, aunque a los propios nunca se le oiga decir mi país (al principio pensaba que al decir mi pueblo decían mi país, más tarde descubrí que no era así), aquí se dice ‘este país’ lo cual a primera vista libra al interlocutor de cualquier responsabilidad, o al menos del compromiso. Hoy no voy a desgranar este controvertido tema que da para muchos posts, sí lo haré más adelante.
En estos días, de tiempos convulsos como dije antes,  disfruto trabajando con el objetivo de salir adelante con nuestro pequeño-gran proyecto de empresa. Pequeño por lo iniciático y grande por la ilusión y como no, la experiencia puestas en ello. Pasé de las grandes corporaciones al camino emprendedor, como muchos otros están haciendo en estos momentos, acicateados, obligados o aprovechando la oportunidad.


En los años que llevo viviendo aquí he conocido muchas personas del sector en el que trabajo, conocidos y amigos, la misma dinámica cambiante y evolutiva del turismo se me antojó como una rueda, ya que siempre te vuelves a encontrar con las mismas caras, y con quien negociabas arduamente para que te provea un servicio un año quizá al siguiente te estaba comprando a ti, o bien el que desde su ámbito de poder rechazó tu candidatura a un puesto a la vuelta de los años ha venido a pedirte trabajo, y así un sin fin de situaciones de lo más diversas. Siempre me he caracterizado por el trato franco y la aplicación de una ética profesional siempre adaptada a los tiempos, por lo cual se me podrá tachar de muchas cosas pero nunca de incoherente. Y esto viene a cuento de cómo cambian las personas según sea tu situación de ventaja o desventaja respecto de lo que puedas aportar, según la subjetiva experiencia del otro (las analogías de la experiencia), y en estos días de reconectar con las personas que me pueden ayudar en mi andadura, compruebo una y otra vez cuan vigentes son mis percepciones. Actualmente estoy recibiendo más ayuda desinteresada de otros países que del mío propio, donde todo el mundo está ocupado con una crisis que tiene más de depresión social y ‘sálvese quien pueda’ que de un mea culpa y empecemos a movernos (juntos) para poder salir. Y esta ayuda puede ser una palabra de aliento, un apoyo incondicional, un apoyo comercial o meramente una palabra amiga, porque ayer, hoy y mañana, seremos siempre los mismos. Esta es la realidad, y en el camino nos seguiremos encontrando, y esto los saben todos aquellos que me conocen, siempre he sido agradecido y aun en mis picos más altos de stress laboral, nunca me he negado a ayudar a quien lo necesitaba.

No sé cuantas veces he ido al ya desaparecido cine Ritz de Buenos Aires a ver Woodstock en la trasnoche, entre otras tantas escenas para la posteridad, una de las canciones a mi entender mejor versionada de la historia está ahí, interpretada por un Joe Cocker pasado de rosca. Han pasado muchos años desde esos lejanos 70 y desde luego mi alma aventurera que siempre ha viajado se ha resistido de mil formas a sentar cabeza. Aunque he dado muchas vueltas y ha sido difícil  seguirme la pista, las personas queridas siempre han estado en mi memoria y en mi corazón, y en homenaje a ellos y a estos tiempos, me quedo con la parte más bella dedicándoles este With a little help from my friends  que me sigue sonando con la misma emoción que la primera vez. Esta es mi experiencia.


Lpl'10




miércoles, 10 de marzo de 2010

Mi Música

Muchas veces mis propias palabras se quedan huérfanas de significado, y no precisamente porque pierdan el sentido al repetirlas como cité en otro post donde rememoraba juegos de mi infancia, es algo más inmediato, es algo que se siente con desazón y tristeza; la palabra se desgasta y ya los receptores se tornan meros compañeros de asentimiento y corroboración, actores que junto a mi participan del enloquecido juego del vacío cultural del día a día. Si, suena crudo, violento, casi un insulto contra la bondad de tantos escritores buenos y también malditos o incomprendidos que hicieron de ellas, de las palabras, un monumento a la belleza expresiva del ser y no ser al volcarlas al papel.

Hago esta reflexión desde un momento de incomunicación verbal, donde la letra es la única que acompasa mi sentir, como la sombra sigue a  mi figura por cualquier camino, una compañía que no exige más que mi corazón palpite a mi mente el acto siguiente y así explotar de los actos cansados de representar significados, esperando siempre paciente el gran protagonista que será ya el rol definitivo de la existencia. Ninguna expresión por compleja me quita el sueño o me sorprende, puedo estacionarme en ella y divagar por sus vericuetos, puedo dormirme y usarla de almohada, y aun así seguir experimentando la agridulce certeza del no diálogo, la terrible soledad del monólogo.

Así, cuando descubro esas palabras, callo. Como Claudio en Últimas Imágenes del Naufragio de Subiela que las tacha hasta que ya no le quede ninguna, porque al llegar ese momento no necesitará más de ellas.

*[Claudio: Voy dejando... lugares libres en mi cabeza para... llenarlos con cosas nuevas.
Roberto: Si seguís tachando palabras un día te vas a quedar mudo.
Claudio: Ese día no necesitaré hablar.]

Y, cuando callo, comienza la música. Desde siempre pensé que a todo el mundo le sucedía. Pensé que las mañanas de la humanidad se poblaban de música acompasada por los rayos del sol que supo ser mi fuente de energía extra cuando exhausto de pasión corría detrás de los sueños. Hoy esos sueños soy yo mismo y la música sigue, lo que persigo tal vez sea como el final del arco iris que a medida que avanzas siempre está a la vuelta de la esquina, como el futuro, esa ilusión que te venden cuando eres joven para que vayas a por ello como a por la última novedad tecnológica, el centro prometedor de cualquier ciudad de neones y cowboys de medianoche.

Pero la música, ese lenguaje que entienden hasta las estrellas de Sagan, sigue sonando cuando callo, se despierta conmigo después de morar en mis sueños, e irrumpe con cálido desparpajo en cualquier conversación trivial acompañando el contexto de una aseveración, apoyando la mirada inquisidora de mi interlocutor y yuxtaponiéndose entre los pliegues de mi realidad. Esa música que templa mi espíritu puede estar incluso en los ambientes más prosaicos y menos favorables para su ejecución, en una negociación laboral o en un día sin esperanza. Como en la canción para los días de la vida del Flaco, mi duende se abre para que nadie me quite mis canciones porque el silencio sabría a final y la música nunca debe dejar de sonar. Ese refugio de mi mente y gozo de mi corazón que pasa a través de mi vivificando las fibras de mi ser me asegura estar a través del sonido.

La primera vez que ‘vi’ un sonido fueron los de las guitarras de Pink Floyd en Dark Side of The Moon, abrazado a la locura de aquellos años llenos de música en Brasil. Pero sentirlo creo que fue desde siempre. Quiero que la música siga sonando para que mis silencios no pierdan su sentido.

LPL'10


*Extracto de los diálogos del film  ‘Ultimas Imágenes del Naufragio’ – 1990 - de Eliseo Subiela
Imagen: Kandinsky, Composición VII

miércoles, 3 de marzo de 2010

De la malaria y la otra ‘malaria’




En el instante del desfallecimiento intuí que solo me quedaba un sentido, el de la vida y la muerte. Si hace poco más de diez años mi claro impulso fue sobrevivir a la malaria, es evidente que debo hacer algo más en esta dimensión de mi vida, que aun me queda camino y esta experiencia ha sido el acicate para seguir vivo con más conciencia de estarlo.

Por ello hoy celebro ser consciente que a ese algo más vamos a llegar con todos los que amamos y no sumiéndonos en el ostracismo fatalista del que reniega del mundo.

La malaria me sobrevino de improviso como todas las cosas que cambian tu vida, después de un viaje profesional a Costa de Marfil con colegas en el cual fui el único elegido por un anopheles portador del plasmodium falciparum, el más letal de los protozoos parásitos con un índice del 90% de mortalidad. O sea que, poder contarlo me hace un afortunado valedor de ese 10% que sobrevive a tan formidable invasor del cuerpo humano.

Y el desfallecimiento en estos tiempos se da con todas las intensidades posibles, y nos obliga a elegir constantemente, hablo de los que sufren con mayor, menor, grave intensidad. De los que pierden la esperanza por un trabajo arrebatado sin recompensa alguna, por un afecto que deja esta vida, por el desengaño del futuro que nunca llega, por el día a día cada vez más denso y opaco, por las catástrofes ajenas y propias, por el vacío de la existencia...

Esta es la otra malaria, la malaria del lunfardo porteño, la mala racha, el paro, la falta de trabajo y por ende, de dinero, la inseguridad ciudadana (sic) ergo paranoia urbana, la malaria que otrora perteneciera al llamado tercer mundo que paradójicamente también es occidente (nunca supe donde estaba realmente ese tercer mundo si bien, teóricamente, he nacido en él), ahora se ha cebado con el planeta.  El sistema colapsa por nosotros mismos, por nuestra civilización.

Cualquiera que viaje un poco, comprobará que para algunos aun subidos en  las mieles del sistema, la malaria es una cosa muy distinta para el campesino que le ha usurpado su tierra la misma multinacional para la que trabaja el satisfecho empleado de la urbe. Que sobrevivir no siempre es sinónimo de infelicidad, que una comida frugal en buena compañía puede ser una fiesta mucho más vívida que una degustación en presencia del más prestigioso chef del momento. Que muchas veces dar es más satisfactorio que recibir, aun en la peor de la situaciones. En etapas extremas de mi vida he sido ayudado por gentes infinitamente pobres que me dieron lo poco que tenían para saciar mi hambre (he dicho bien, hambre no apetito) y pude experimentar su alegría al dar.

La malaria que debemos desterrar, es la del espíritu, esa que no nos deja mirar al otro desde otra perspectiva y ejercitar la mirada que no distingue entre razas ni cultura, la mirada sin miedo a lo diferente para poder aprender y aprehender lo distinto. Esto nos hará más ricos y más preparados para afrontar tiempos inéditos, tiempos en los que los viejos paradigmas han dejado paso a un nuevo mundo donde está todo por hacer, todo por reinventarse. La ofuscación  de los sentidos no nos deja ver que siempre, siempre hay una salida que nos redime y en el más inesperado momento una mano tendida. No hay que dejar que nos pueda una realidad que muchas veces no es tal. Mirar el día como una oportunidad nos permitirá hacer algo distinto y esto solo ocurre cuando dejamos de compadecernos y agradecemos lo mucho que tenemos y lo afortunado que somos de poder apreciarlo.

 Lpl'10


*Ilustracion de M.Escher para la tapa de Invisible (1974)


sábado, 13 de febrero de 2010

Los caminos que se bifurcan

Amigos y seguidores, estoy ocupado en interminables burocracias al poner en marcha un proyecto propio con vistas a independizarme de un mercado laboral cada vez más complicado; la tentativa me ha mantenido más que distraído de mi cita con este querido espacio. Siempre me digo que no es excusa, que debo aprovechar las ingentes marejadas del día a día y transcribirlas aquí como es menester; acumulo ‘recortes’ para el Árbol de la Memoria sin encontrar tiempo para elaborar, o más que tiempo un estado personal apropiado para hacerlo. Los sueños que persigo y los que en la vigilia transito también deja su huella que hacen mis días más ricos. Pero a veces amalgamar todo esto se me antoja una titánica tarea, editar mi interior, y ahí queridos míos no hay tecnología que ayude.

En plena tarea del día me asaltó un recuerdo. Hace más de dieciséis años que uno de mis mejores amigos dejó estos pagos terrenales en los que todos seguimos luchando por encontrar el camino. Lo hecho de menos. En estos días que las circunstancias me llevaron a materializar un proyecto abandonado desde los lejanos años ochenta, algo que no pudo ser y hoy se me presenta posible, recuerdo con emocionada claridad aquellos días. La vida no siempre te da una segunda oportunidad.

Conocí a Raúl en un viaje a Iguazú, éramos colegas de profesión y coincidimos en Aeroparque (el aeropuerto doméstico de Buenos Aires); periodo de semana santa, alta temporada, vuelos llenos y overbooking en los hoteles, corría el año 1979 con resaca post-mundial 78 y la ‘plata dulce’ de aquel periodo dictatorial hacía que el negocio del turismo como tantos otros fueran boyantes hasta el punto que en destinos como Miami se acuñó el famoso ‘deme dos’, todo lo contrario de lo que ocurría en paralelo con las libertades que en aquel momento eran cercenadas sin piedad, a golpe de falcon verde y allanamientos nocturnos. En el fragor de las facturaciones de los vuelos especiales, Alicia, su compañera a quien yo conocía del sector de los viajes nos presentó. La empatía no acudió a aquel encuentro y después de varias peripecias que son anécdotas comunes a la organización de los viajes en grupo, terminamos brindando amistosamente en el Internacional de Iguazú; flamante y orgulloso por aquel entonces y hoy convertido en un Sheraton con excepcionales vistas a las cataratas.

En el vuelo de regreso, con el cansancio de los intensos cuatro días del pack clásico de temporada y de superar las hordas viajeras, a modo de catarsis nos surgió la idea de los caminos bifurcados, se nos ocurrió pensar que nuestro encuentro e incipiente amistad no eran más que una senda que nadie podría evitar se separara como dos líneas que no están exactamente paralelas. En aquellos años me comía el mundo y podía no haber entendido su reflexión, pero ya a mis veintitrés años había experimentado pérdidas profundas que habían dado vuelta mi pequeño mundo y pude asentir.

Meses más tarde, Raúl desaparecía chupado por la secreta en un viaje en subte (metro) de vuelta a casa, por ir leyendo El Lobo Estepario de Herman Hesse; durante una semana de búsqueda nadie supo nada de él, hasta que días más tarde, apareció liberado de milagro desde una comisaría de distrito que por aquellos tiempos eran los distribuidores de las cárceles clandestinas. Este fue el acicate para que dejara todo lo que estaba haciendo en Buenos Aires y proyectara irse a Miami al poco tiempo, y nuestros caminos de repente se bifurcaran.

Tendimos muchos puentes en las tardes de su casa de Medrano después del laburo, en las reuniones variopintas y los cocktails de turismo en los que intentábamos coincidir. Las charlas de apurada sobremesa en los almuerzos de la City Porteña donde bullía el ir y venir de las transacciones del mercado negro. Allí mezclábamos la situación de las diferentes divisas con sus luchas dialécticas con su jefe o nuestras cuitas con las respectivas mujeres. Pero siempre en todo ello, había una reflexión para aprender, para contrastar y pensar que a veces, uno no esta tan solo. Papas fritas a caballo y una Quilmes eran los compañeros ideales de los mediodías en las comidas rápidas de la calle Florida.

Nuestro proyecto era montarnos un agencia receptiva en Miami, pero mi situación de aquel entonces no me permitió dar el salto. Países y trayectoria vital mediante, nuestro contacto se fue perdiendo en el océano de los días, hasta aquel encuentro en los 90 en Orlando donde ya no eras vos y el mal consumía tus recuerdos.


Allá en tu cielo, donde estés, te comparto que los caminos aunque se separen, no son lineales y el paso del tiempo me reafirma en nuestra búsqueda; que después de treinta años de aquellos fallidos planes, ahora lo vuelva a intentar con la mujer que más amo, hace que los senderos que otrora confusos se perdieron, los vuelva a retomar para alguna vez brindar con vos por la esencia de la vida, por la verdadera amistad que perdura en forma de memoria después de tantos años.

LPL'10

sábado, 16 de enero de 2010

Palabras

Con Héctor, en los momentos de no hacer nada, en las tardes de siesta entre travesura y aventura allá en el lejano Longchamps de Buenos Aires, nos cuestionábamos una palabra que se nos antojara especial, aunque fuera la más trivial, y la repetíamos una y otra vez hasta que ésta perdía su sentido; también la deformábamos para cambiarle su significado. Así surgieron un montón de ellas que nos expresaban mejor, incluso insultos y picarescas que se presentaban ininteligibles para los que no estaban dentro del juego lo que hacía más deliciosa la complicidad, el poder de la amistad. Hoy que juzgo tan importante la comunicación y que están a mi alcance todas las acepciones del mundo en el idioma que sea, muchas veces me faltan las palabras para expresar el propósito. Busco en los innumerables blogs la sustancia del día de personas conocidas y de colegas virtuales a los que pongo rasgos según sus palabras convertidas en sentimientos, sensaciones, emociones.


Somos nosotros quienes damos sentido y valor a las palabras, somos nosotros que hoy nos estremecemos con la inmensidad de la tarea por la que estamos aquí. Y en los momentos que el 'exterior' nos abandona por la misma dinámica de la existencia que creamos como sociedad, el sentido de algunas se desvanece y de otras  cobran nitidez y conciencia. Así, hay palabras que están pero no se expresan y algunas producen culpa justamente por no haber sido pronunciadas. Otras corren veloces por los medios, se equivocan, cambian su forma para entrar en un cuadro de ciento cuarenta caracteres y dar una idea que me lleva a otras palabras que quizá sean un hallazgo o algo intrascendente. Muchas dan alivio y consuelo, y pocas como tesoros me abren la mente hacia nuevos horizontes y confines donde suceden otras cosas.

Viendo un programa de Eduard Punset donde entrevista a un psicólogo norteamericano sobre si somos más libres por tener más donde elegir... o más bien nos ahogamos en el océano de posibilidades que tenemos a nuestro alcance, me retrotrajo a este tema de las palabras y las elecciones, así recordé mi antiguo juego de la repetición, y efectivamente vivimos con tantas opciones que elegir pierde su sentido si no nos paramos ante el mar de posibilidades y reflexionamos honestamente acerca de nuestras reales necesidades. La sensación de velocidad, de que el tiempo no nos alcanza, que el año pasado fue ayer y recordamos pocos detalles de el, según explica este experto, se debe justamente al exceso desbordante de posibilidades y a nuestra propia insatisfacción respecto de nuestras elecciones. Pero nosotros mismo hemos creado estas necesidades, ¿porqué agobiarnos por ellas?!! Me pregunto...

Así que cuido mis palabras, pero no me vuelvo solemne por ello, aprendo a jugar con ellas sin que me importe que pierdan su sentido, de esta forma puedo equivocarme y escoger otras, decir te quiero y sentirlo, pedir perdón con reconocimiento, felicitar con verdadera satisfacción, describir con emoción, elegir con corazón. Héctor estaría de acuerdo, al menos aquel pibe pecoso y muy boca sucia que llenó mi preadolescencia de risas y travesuras, con el que inventamos palabras que aun hoy son las entradas indescifrables a mis múltiples sitios personales en la red, palabras que no están escritas en ningún libro, que no producen resultados en los buscadores y que solo están impresas en mi corazón. Héctor, allí donde estés, te abrazo con estas líneas que pretenden ser más que palabras en loa por aquellas que inventamos.

Lpl’10

"La vida no es una meta, busca un recorrido. La vida es un peregrinaje. Disfruta cada momento, porque cada momento es una meta en sí mismo."
Osho





domingo, 3 de enero de 2010

Otra Mirada


Es un inicio de año con plenilunio, con signos evidentes de los cambios que está experimentando la tierra y todo lo que en ella habita, nosotros mismos lo podemos sentir en nuestro fuero interno; calendario gregoriano mediante, hemos celebrado el fin de un ciclo y marchamos esperanzados hacia un siguiente, pero en realidad nada se detuvo, solo nos tomamos un recreo y generamos un espacio de celebración, de acercamiento, de reflexión. Esto es lo que hoy queda, no lo perdamos.

Asistimos azorados en la red que nos abre el mundo con todas sus grandezas y miserias, nos emocionamos con los pequeños descubrimientos en los espacios del otro, blogs, webs, redes sociales ya sea personales o incluso profesionales, medios de información varios, en fin, en esta etérea dimensión que puede ser todo o puede ser nada. Y entonces disfrutamos de los encuentros en las ideas, los gustos, las músicas, los sentimientos y la vida, así nos hacemos conscientes de la tarea. Creo que cada día crece más esta masa crítica, lo puedo intuir en los comentarios, palpar en las iniciativas. Por eso, nuestra esperanza para el siguiente ciclo tendrá horizonte, no será esa esperanza ciega del que espera al despertar.

Sé que hay muchos mundos, viajando los vemos, sumergiéndome en ellos descubro una y otra vez que en realidad son uno, como el que imaginaba Lennon, por eso deseo que en nuestro espacio del cielo de la red pongamos nuestras mejores estrellas, esas que surgen de nuestra propia luz. Es el medio de seguir afianzando nuestra esperanza en los cambios. Ya lo sabemos, nada será como ha sido hasta ahora. Los revivals ya no son como los de nuestros padres, ahora es necesidad de generaciones de recrear los momentos álgidos de nuestra humanidad, esos donde sentimos que vivir en la tierra era un privilegio y no solo una dura lucha por la supervivencia. Buscamos la otra mirada.

Gracias a todos los que estáis / están leyendo los surcos que van dejando mis momentos blogueros, gracias por los pequeños y grandes prodigios que no aparecen en los diarios y si en vuestros blogs, gracias por la amistad, gracias por la otra mirada.

¡Feliz Año Nuevo!

Lpl’2010